sábado, 14 de enero de 2012


  Te llevaba esperando una hora, mil horas. El tiempo parecía hacerme caer, pasaba un minuto más, y otro, y otro… Cuántas promesas hechas, las mismas que rotas. Promesas de papel. Tenía un plan, el plan perfecto para nosotros, pero las ganas se van yendo, mi piel aún espera esas caricias, al menos unos brazos para no seguir cayendo, da igual quién sea, algo a lo que aferrarse. Empiezo a contar ovejas, después de llevar 719 ovejas contadas, después de ver como el teléfono permanece callado, como el silencio se agudiza y mi corazón se enfría me pregunto dónde está la pasión cuando es lo único que necesitas. Si te apetece, aún puedes venir, improvisemos algo que hacer las pocas horas que quedan hasta de que salga el sol; puede que me encuentres dormida, despiértame, no creo que me importe, pero si no te respondo a las llamadas, si ves que la puerta de casa ya no está abierta, si notas mi mirada algo distante… te avisé. Recuérdame, recuérdanos, todo lo que solíamos ser.. ¿Dónde está aquel momento que tanto soñamos?. El amor dura un instante, ama, nunca sabes cuándo, de repente, todo acabará. A veces es necesario que todo se derrumbe para que luego las cosas vayan bien. Y entonces las cosas entre nosotros no desaparecerían, tan sólo cambiarían. Y no necesariamente tendría que ser un cambio a peor. Nuestra historia siempre ha ido al revés, empezando por el final, acabando por el principio, primero los besos y luego quizás un poco de cariño. Eso significaría que hemos pasado lo peor, que estamos en nuestro mejor momento, hasta que llegue el final del principio… y entonces ahí, ¿quién sabe lo que pasará? . . .

No hay comentarios:

Publicar un comentario